La tecnología puede ser una gran aliada del bienestar social y el progreso, ayudando a construir un futuro más justo y equitativo. Sin embargo, cuando cae en manos de unos pocos con intereses desmedidos, se convierte en una herramienta de dominación y control. ¿Podría la humanidad ser esclavizada por la tecnología? Sí, absolutamente, si no actuamos a tiempo para regular su uso y evitar que el desarrollo tecnológico avance sin supervisión.
¿Esclavitud digital? La tecnología como herramienta de dominación
La dominación tecnológica ya ha comenzado. Según el informe del Estado Móvil 2022, los usuarios pasan en promedio 4,8 horas al día en sus teléfonos móviles, lo que equivale a un tercio del tiempo que estamos despiertos. Con 3,8 billones de personas utilizando smartphones, el mundo se encamina hacia una sumisión tecnológica masiva.
Las redes sociales y plataformas digitales han modificado nuestra forma de comunicarnos, informarnos y vivir, reemplazando el contacto personal por una realidad digital. Esta transformación no solo afecta la dinámica social, sino que también condiciona la libertad individual.
Algoritmos, adicción y manipulación: el lado oscuro de la IA
Los algoritmos de inteligencia artificial están diseñados para retener la atención del usuario, atrapándolo en una burbuja de contenido personalizada que refuerza sus creencias y limita su capacidad crítica.
Este fenómeno provoca una ceguera informativa, una dependencia digital que se traduce en una adicción a la pantalla. El metaverso, en lugar de representar un avance hacia la conexión global, podría ser la fase final de la alienación tecnológica, donde las interacciones humanas sean reemplazadas por una simulación virtual.
Inteligencia Artificial y control social: ¿Hacia un futuro distópico?
Si bien la inteligencia artificial aún no es autónoma, las grandes corporaciones tecnológicas ya tienen control sobre el pensamiento humano. Mediante el análisis de datos masivos y la manipulación de la información, pueden influir en nuestras decisiones sin que siquiera nos demos cuenta.
La pregunta no es si la tecnología podrá someternos, sino si podremos evitar que lo haga. El futuro depende de nuestra capacidad para establecer límites, regulaciones y marcos éticos que garanticen que la tecnología sirva a la humanidad y no al revés.
El momento de actuar es ahora. Si permitimos que unas pocas personas o Estados utilicen la tecnología como un instrumento de dominación, corremos el riesgo de que la evolución tecnológica borre nuestra libertad, el núcleo de nuestra humanidad.